domingo, 1 de mayo de 2011

"CON LA FUERZA DE UN GIGANTE"





Se ha llevado a cabo el dia de hoy la Beatificación de Juan Pablo II, se esperaba este momento. Los medios de información han resumido la jornada del dia de hoy como un gran dia de agradecimiento. No es menos.

En mi experiencia personal les comparto que he vivido una jornada única de fe. La celebración fué emotiva y solemnisima: como debe ser toda celebración. He visto lo que la gente de fe es capaz de hacer y soportar por manifestarla públicamente. Desde la vigilia de ayer en el Coliseo mucha gente se quedó a esperar durmiendo en las calles de la ciudad, y muchos en la misma plaza de San Pedro. Muchos luego, deseando al menos entrar en la plaza de san Pedro (que es enorme), se ha contentado con ver la celebración y seguirla desde las pantallas, las cuales no fueron suficientes. En fin, extraordinaria.

Mientras se desarrollaba la celebración, el momento mas emotivo fue la proclamación publica de la Beatificación de Juan Pablo II: gritos de júbilo y aplausos imparables. En la homilía, nuestro Papa ha resumido la vida heroica del nuevo Beato, que todos al menos conocemos. He podido distribuir la Sagrada Comunión y esto me permitió venerar desde el inicio de la celebración los restos del Beato, ubicado frente al altar de la Basilica. Les comparto que el momento de la proclamación comencé a derramar lagrimas de alegria. Le pasó lo mismo a los que estaban a mi alrededor (P. Tulio). Me he unido al Santo Padre quien elevó una bonita y novedosa oración al Beato Juan Pablo II al final de la homilia. Como les prometí en la pagina anterior, tuve a tantos de ustedes en mi corazón y he pedido al Beato Juan Pablo que ahora nos asista con mas seguridad muy cercano a Dios Padre, La Santisima Trinidad por todos nosotros que luchamos por alcanzar tamben este premio.

El siguiente texto es un estracto de la homilia del Santo Padre en la Misa celebrada hoy.

": abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás."