sábado, 31 de diciembre de 2011

GRATITUD A DIOS POR EL AÑO 2011 Y FELICIDADES POR EL NUEVO AÑO 2012

En horas de la tarde, en plenitud del ambiente nadiveño, como lo muestra la fotografia que les coloco, en el corazón de la cristiandad, el Santo Padre presidió el rezo de las Visperas para agradecer a Dios por el año 2011 e Iniciar el nuevo año 2012. Junto a toda la iglesia se entonó el Te Deum. MUCHISIMAS FELICIDADES A TODOS Y QUE TENGAN UN BUEN INICIO DEL AÑO NUEVO 2012.


(en horas de la tarde antes del rezo de las visperas y del canto del Te Deum)

"En el fin del año, nos encontramos esta tarde en la Basílica Vaticana para celebrar las primeras vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios y para elevar un himno de gracias al Señor por las innumerables gracias que nos ha dado, pero además y sobre todo por la Gracia en persona, es decir por el Don viviente y personal del Padre, que es su Hijo predilecto, nuestro Señor Jesucristo. Precisamente esta gratitud por los dones recibidos de Dios en el tiempo que se nos ha concedido vivir, nos ayuda a descubrir un gran valor inscrito en el tiempo: marcado en sus ritmos anuales, mensuales, semanales y diarios, está habitado por el amor de Dios, por sus dones de gracia; es tiempo de salvación. Sí, el Dios eterno entró y permanece en el tiempo del hombre. Entró en él y permanece en él con la persona de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, el Salvador del mundo. Es cuanto nos ha recordado el apóstol Pablo en la lectura breve poco antes proclamada: “Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo … para hacernos hijos adoptivos” (Gal 4,4-5).

Queridos hermanos y hermanas, somos invitados a mirar al futuro, y a mirarlo con esa esperanza que es la palabra final del Te Deum: "In te, Domine, speravi: non confundar in aeternum! - Señor, Tu eres nuestra esperanza, no seremos confundidos eternamente". Quien nos entrega a Cristo, nuestra Esperanza, es siempre ella, la Madre de Dios: María santísima. Como antes a los pastores y a los magos, sus brazos y aún más su corazón siguen ofreciendo al mundo a Jesús, su Hijo y nuestro Salvador. En Él está toda nuestra esperanza, porque de Él han venido para todo hombre la salvación y la paz. ¡Amen!" (Parte de la homilia pronunciada en la Basilica, 31/12/2011).