En Roma se encuentra esta Iglesia dedicada a San Ignacio de Loyola y ubicada en el corazón de la ciudad. Se custodia y se venera la tumba del santo. En su interior se aprecian pinturas que expresan los momentos importantes en la vida de San Ignacio. En la bóveda de la Iglesia se aprecia en manera particular la llamada así "Apoteosis" de San Ignacio. Le pido al Santo nos conseda por su intencesión el deceo de servir solamente a Dios, al "Señor que no muere".
Fachada de la Iglesia.
Apoteosis de San Ignacio
Tumba de San Ignacio.
BREVE BIOGRAFIA
San Ignacio de Loyola - Íñigo López de Recalde.
Fundador de la Compañía de Jesús (Loyola, Guipúzcoa, 1491 - Roma, 1556). Su
primera dedicación fueron las armas, siguiendo la tradición familiar. Pero,
tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses
(1521), cambió por completo de orientación: la lectura de libros piadosos durante
su convalecencia le decidió a consagrarse a la religión.
Se retiró inicialmente a hacer penitencia y oración en
Montserrat y Manresa, donde empezó a elaborar el método ascético de los
Ejercicios espirituales (1522). Luego peregrinó a los Santos Lugares de
Palestina (1523). De regreso a España comenzó a estudiar (ya con 33 años) para
poder afrontar mejor su proyecto de apostolado, en las universidades de Alcalá
de Henares, Salamanca y París.
Las primeras actividades de San Ignacio de Loyola
difundiendo el método de los ejercicios espirituales le hicieron sospechoso de
heterodoxia (asimilado a los «alumbrados» o a los seguidores de Erasmo): en
Castilla fue procesado, se le prohibió la predicación (1524) y hubo de
interrumpir sus estudios.
En cambio en París (1528-34), donde se graduó como
maestro en Artes (aunque no terminó los estudios de Teología), San Ignacio de
Loyola consiguió reunir un grupo de seis compañeros a los que comunicó sus
ideas y con los que sembró el germen de la Compañía de Jesús, haciendo juntos
votos de pobreza y apostolado en la Cueva de Montmartre. Ante la imposibilidad
de marchar a hacer vida religiosa en Palestina, por la guerra contra los
turcos, se ofrecieron al papa Pablo III, quien les ordenó sacerdotes (1537).
En los años siguientes se dedicaron al apostolado, la
enseñanza, el cuidado de enfermos y la definición de una nueva orden religiosa,
la Compañía de Jesús, cuyos estatutos aprobó el papa en 1540; San Ignacio de
Loyola, cuyo fervor y energía inspiraban al grupo, fue elegido por unanimidad
su primer general.
La Compañía reproducía la estructura militar en la que
Ignacio había sido educado, pero al servicio de la propagación de la fe
católica, amenazada en Europa desde las predicaciones de Lutero; las
Constituciones que Ignacio le dio en 1547-50 la configuraron como una orden
moderna y pragmática, concebida racionalmente, disciplinada y ligada al papa, para el
cual resultaría un instrumento de gran eficacia en la «reconquista» de la
sociedad por la Iglesia en la época de la Contrarreforma católica.
Aquejado de graves problemas de salud, San Ignacio de
Loyola alcanzó a ver, sin embargo, en sus últimos años de vida, la expansión de
la Compañía por Europa y América, con una fuerte presencia en la educación de
la juventud y en el debate intelectual, en el apostolado y en la actividad
misionera (destacando la labor en Asia de Francisco Javier). Muerto Ignacio, le
sucedió como general de los jesuitas su más estrecho colaborador, el castellano
Laínez. Fue
canonizado en 1622 por Clemente XV.