miércoles, 28 de noviembre de 2012

LLUVIAS Y VIENTOS

Azotan durante estos dias la Ciudad Eterna. Es la violencia de la naturaleza que se alza y se hace ver. Mientras se crea confusión en el interno de la ciudad, se sigue el ritmo de vida ordinaria. Ya muy lejos del calor sofocante nos encontramos de lleno en el invierno frío que caracteriza estos dias por toda la parte de Europa. Las noticias anuncian ya algunas consecuencias en varias zonas de Italia por el viento y las lluvias. Esperemos no vaya aún más. Contamos con una preciada Chimenea; encenderla  crea un ambiente familiar muy especial por el calorcito natural que ofrece. 





Aunque la fuerza de la naturaleza trae incertezas, miedo, nos ayuda a considerar y ver en esta violencia natural la violencia del mal espiritual que azota y destruye en el corazón del hombre la caridad, el amor a Dios y al prójimo. Sin olvidar que nuestro Gran Sumo Sacerdote, desde lo alto nos contempla, y nos ayudara si esta violencia nos amenaza con insistencia, de inmediato vendrá en nuestro auxilio mientras se lo pidamos con perseverancia. En un maravilloso comentario, sobre el paso de los Apóstoles del Señor dentro de aquella barca sobre el lago de Cafarnaún el grande San Agustín reflexionaba: "crecen las tinieblas del odio fraterno, crecen cada día más (...) la iniquidad que va multiplicándose, estos son los rios que agítan la barca. Las tempestades y los vientos son los gritos que elevan los malvados, (...) los discípulos mientras tanto avanzaban decididamente, ni aquel viento, ni la tempestad, ni los rios, ni las tinieblas impedian a la barca avanzar (...) En medio de aquellos obstáculos la barca andaba adelante _luego aseguraba la asistencia de Jesús que llega en auxilio destruyendo aquella violencia_ ¿y cómo les alcanza? pisoteándo los ríos, pisoteándo el orgullo del mundo, pasando por encima de todas las grandezas del tiempo (...) Él rebaja las altanerias del mundo para ser glorificado por los humildes. ¡Soy yo, no temáis! Querían entonces colocarlo en la barca; lo habían reconocido, eran felices poque se encontraban ya seguros (...) Llegados finalmente a la orilla, del lago pasan a la tierra firme, del mar agitado al puerto seguro, del camino a la meta". (Cf. Tract CXXIV in Johnnis Evangelium XXV, 5-7)