miércoles, 1 de junio de 2011

EN SINTONIA CON LAS AUDIENCIAS DEL SANTO PADRE...


¡cuánto se puede aprender!. Sus cualidades intelectuales relucen en cada una de las catequésis que pronuncia los miércoles. Seguirlas, no cabe duda que logrará alimentar, con sana doctrina, la vida cristiana. Desde el pasado 11 de mayo las catequésis están centradas en el tema de la Oración; invitaba en ese entonces con estas palabras:

"Queridos hermanos y hermanas, aprendamos a estar más tiempo delante de Dios, al Dios que se ha revelado en Jesucristo, aprendamos a reconocer en el silencio, en la intimidad de nosotros mismos, su voz que nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida, al manantial de la salvación, para hacernos ir más allá de los límites de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con Él que es Infinito Amor."

El día de hoy, con un clima agradable, el Santo Padre se hizo aparecer entre la multitud que lo esperaba. Presentó a Moisés, figura apasionante en el Antiguo Testamento como un hombre de oración y ya casi al final, hizo una interpretación manifestando como los Santos Padres vieron en Moisés la prefiguración del enaltecimiento de Jesucristo en la cruz. Les coloco este particular y luego les dejo para que puedan leer toda la catequésis, que con mucha facilidad lo pueden encontrar utilizando estos medios de comunicación.

"los Padres de la Iglesia han visto una prefiguración de Cristo, que en la alta cima de la cruz realmente esta delante de Dios, no sólo como amigo sino como Hijo. Y no sólo se ofrece - “bórrame”-, sino que con su corazón traspasado se hace “borrar”, se convierte, como dice el mismo san Pablo, en pecado, lleva consigo nuestros pecados para salvarnos a nosotros: su intercesión no es sólo solidaridad, sino que se identifica con nosotros: nos lleva a todos en su cuerpo. Y así toda la existencia de hombre y de Hijo es el grito al corazón de Dios, es perdón, pero un perdón que transforma y renueva.

Creo que debemos meditar esta realidad. Cristo está delante del rostro de Dios y reza por mí. Su oración en la Cruz es contemporánea a todos los hombres, contemporánea a mí: Él reza por mí, ha sufrido y sufre por mí, se ha identificado conmigo tomando nuestro cuerpo y el alma humana. Y nos invita a entrar en su identidad, haciéndonos un cuerpo, un espíritu con Él, porque desde la alta cima de la Cruz, Él no ha traído nuevas leyes, tablas de piedra, sino que se ha traído a sí mismo, su cuerpo y su sangre, como nueva alianza. Así nos hace consanguíneos a Él, un cuerpo con Él, identificado con Él. Nos invita a entrar en esta identificación, a estar unidos a Él en nuestro deseo de ser un cuerpo, un espíritu con Él. Oremos al Señor para que esta identificación nos transforme, nos renueve, porque el perdón es renovación y transformación."