domingo, 11 de marzo de 2012

"ACUERDENSE DE SUS GUIAS, IMITEN SU FE." (Heb. 13,7).

Es tradicional los cuatro dias de retiro llevados a cabo en la Casa Pontificia del Vaticano en estos dias de Cuaresma. El Santo Padre ha querido que sean dias que ayuden a preparar el Año de la Fe". Para ello se ha elegido el texto citado de la carta a los Hebreos: "acuerdense de su guias, imiten su fe". Se trata de redescubrir a estos guias que han sido los pioneros de nuestra fe: los Santos Padres. De mi parte intentaré seguir la sabiduria de religioso Raniero Cantalamessa, encargado de desarrollar estos dias de retiro y que girará entorno a la sabiduria de los Padres dela Iglesia, los "gigantes de la Fe". Desde estas pocas lineas deceo que logremos aprovechar esta riqueza con la que contamos en la Iglesia. Aprevechar estos medios para hacernos de modo inmediato con estas fructuosas explicaciones.




Apenas ayer 10 de marzo se ha publicado integro el texto de la primera predicación. La figura ha sido San Atanasio y le tema: "San Atanasio y la fe en la divinidad de Cristo". He aquí el último párrafo de la predicación:


"(...) la divinidad de Cristo. Ella ilumina y enciende toda la vida cristiana.

Sin la fe en la divinidad de Cristo:

Dios está lejos,
Cristo permanece en su tiempo,
el Evangelio es uno de los muchos libros religiosos de la humanidad,
la Iglesia, una simple institución,
la evangelización, una propaganda,
la liturgia, la conmemoración de un pasado que ya no existe,
la moral cristiana, un peso no ligero y un yugo no suave.

Pero con la fe en la divinidad de Cristo:
Dios es el Emmanuel, el Dios con nosotros,
Cristo es el Resucitado, que vive en el Espíritu,
el Evangelio, la palabra definitiva de Dios a toda la humanidad,
la Iglesia, sacramento universal de salvación,
la evangelización, el compartir de un regalo,
la liturgia, encuentro gozoso con el Resucitado,
la vida presente, el principio de la eternidad.
Está escrito: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Jn 3, 36). La fe en la divinidad de Cristo es particularmente indispensable en este momento para mantener viva la esperanza sobre el futuro de la Iglesia y del mundo. Contra los gnósticos que negaban la verdadera humanidad de Cristo, Tertuliano alzó en su tiempo, el grito: "Parce unicae spei totius orbis", ¡No le quiten al mundo su única esperanza"(Tertull. De Carne Christi 5,3).
Tenemos que decirlo hoy a quienes se niegan a creer en la divinidad de Cristo.

A los apóstoles, después de haber calmado la tormenta, Jesús les pronunció una palabra que repite hoy a sus sucesores: "¡Ánimo!, soy yo, no tengan miedo" (Mc 6,50)."