sábado, 31 de marzo de 2012
VENID Y SALGAMOS AL ENCUENTRO DE CRISTO...
viernes, 30 de marzo de 2012
DOMINGO DE RAMOS EN EL VATICANO
martes, 27 de marzo de 2012
FELIZ ANIVERSARIO
domingo, 25 de marzo de 2012
"CREA EN MI, OH DIOS, UN CORAZON PURO"
“Un corazón puro, un corazón nuevo, es el que se reconoce impotente por sí mismo, y se pone en manos de Dios para seguir esperando en sus promesas”.
Que impactante expresión: "reconocerse impotente por nosotros mismo" y descubrir la maravilla de la Acción de Dios, su Gracia para encausar nuestra debil voluntad, a su Voluntad.
"HE VENIDO PARA QUE SIENTAN MI AFECTO..."
"He venido para que sientan mi afecto. Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones.
Por ello, deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza.
Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos. Cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia para llevar un estilo de vida cristiano. Participen en la Misa del domingo, en la catequesis, en algún grupo de apostolado, buscando lugares de oración, fraternidad y caridad. Eso mismo vivieron los beatos Cristóbal, Antonio y Juan, los niños mártires de Tlaxcala, que conociendo a Jesús, en tiempos de la primera evangelización de México, descubrieron que no había tesoro más grande que él. Eran niños como ustedes, y de ellos podemos aprender que no hay edad para amar y servir."
Ver algunas imagenes ayudan a comprender el amor de muchos cristianos católicos de Mexico al Santo Padre, su alegria, simplicidad, afecto. Seguiremos rezando por los frutos de esta visita.
sábado, 24 de marzo de 2012
EL QUE ABORRECE SU VIDA EN ESTE MUNDO...
viernes, 23 de marzo de 2012
MEXICO LE DA LA BIENVENIDA AL SANTO PADRE
BUEN VIAJE, SANTO PADRE
jueves, 22 de marzo de 2012
MINISTRO DE COMUNION
El sacerdote está personalmente empeñado a construir y promover la unidad y "reunir el pueblo" (S. Agustín, De bono con. 24,32; Ep. 128,3)
"Tiende a la unidad, no dividir el pueblo. Reúnelo en uno, haznos uno solo" (S. Agostino, En. in ps. 72,34; 33,2,6-7; 44,33; Serm. 138,10).
Entre los cristianos, corresponde en primer lugar a él el deber de unificar la comunidad mediante la Palabra e los Sacramentos: entre estos la Eucaristia "misterio de nuestra paz y de nuestra unidad, que Cristo ha consagrado sobre la mesa" (S. Agustin, Serm. 272).
martes, 20 de marzo de 2012
GREGORIO NACIANCENO, MAESTRO DE LA FE EN LA TRINIDAD
Éstas son algunas de sus fórmulas cristalinas:
"Fue, era y estaba: pero era uno solo. Luz y luz y luz, pero una sola luz. Esto es lo que imaginó David cuando dijo: "En tu luz vemos la luz" (Sal. 35,10). Y ahora la hemos contemplado y la anunciamos, de la luz que es el Padre comprendemos la luz que es el Hijo a la luz del Espíritu: he aquí la breve y concisa teología de la Trinidad [...] Dios, si podemos hablar de manera sucinta, está indiviso en seres divididos el uno del otro" (Oratio 31, 3.14.)
lunes, 19 de marzo de 2012
GLORIOSO SAN JOSE
viernes, 16 de marzo de 2012
"TANTO AMO DIOS AL MUNDO"
Las palabras «tanto amó Dios al mundo...» (v. 16) las comenta Juan Pablo II diciendo que «nos introducen al centro mismo de la acción salvífica de Dios. Ellas manifiestan también la esencia misma de la soterología cristiana, es decir, de la teología de la salvación. Salvación significa liberación del mal, y por ello está en estrecha relación con el problema del sufrimiento. Según las palabras dirigidas a Nicodemo, Dios da su Hijo al “mundo” para librar al hombre del mal, que lleva en sí la definitiva y absoluta perspectiva del sufrimiento. Contemporáneamente, la misma palabra “da” (“dio”) indica que esta liberación debe ser realizada por el Hijo unigénito mediante su propio sufrimiento. Y en ello se manifiesta el amor, el amor infinito, tanto de ese Hijo unigénito como del Padre, que por eso “da” a su Hijo. Éste es el amor hacia el hombre, el amor por el “mundo”: el amor salvífico» (Salvifici doloris, n. 11).
La entrega de Cristo constituye la llamada más apremiante a corresponder a su gran amor: Si Dios nos ha creado, si nos ha redimido, si nos ama hasta el punto de entregar por nosotros a su Hijo Unigénito (Jn 3,16), si nos espera —¡cada día!— como esperaba aquel padre de la parábola a su hijo pródigo (cfr Lc 15,11-32), ¿cómo no va a desear que lo tratemos amorosamente? Extraño sería no hablar con Dios, apartarse de Él, olvidarle, desenvolverse en actividades ajenas a esos toques ininterrumpidos de la gracia (S. Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 251).
"Muchos de los que son más desidiosos, abusando de la divina clemencia, para multiplicar sus pecados y acrecentar su pereza, se expresan de este modo: No existe el infierno; no hay castigo alguno; Dios perdona todos los pecados. Cierto sabio les cierra la boca diciendo: No digas: Su compasión es grande. El me perdonará la multitud de mis pecados. Porque en El hay misericordia, pero también hay cólera y en los pecadores desahoga su furor[1]. Y también: Tan grande como su misericordia es su severidad[2].
jueves, 15 de marzo de 2012
LA ORACION
En tiempos pasados, la oración liberaba del fuego, de las bestias, de la falta de alimento, y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia.
(Cap. 28-29: CCL 1, 273-274)
lunes, 12 de marzo de 2012
CLIMA AGRADABLE EN ROMA
domingo, 11 de marzo de 2012
"ACUERDENSE DE SUS GUIAS, IMITEN SU FE." (Heb. 13,7).
Apenas ayer 10 de marzo se ha publicado integro el texto de la primera predicación. La figura ha sido San Atanasio y le tema: "San Atanasio y la fe en la divinidad de Cristo". He aquí el último párrafo de la predicación:
"(...) la divinidad de Cristo. Ella ilumina y enciende toda la vida cristiana.
Sin la fe en la divinidad de Cristo:
Dios está lejos,
Cristo permanece en su tiempo,
el Evangelio es uno de los muchos libros religiosos de la humanidad,
la Iglesia, una simple institución,
la evangelización, una propaganda,
la liturgia, la conmemoración de un pasado que ya no existe,
la moral cristiana, un peso no ligero y un yugo no suave.
Pero con la fe en la divinidad de Cristo:
Dios es el Emmanuel, el Dios con nosotros,
Cristo es el Resucitado, que vive en el Espíritu,
el Evangelio, la palabra definitiva de Dios a toda la humanidad,
la Iglesia, sacramento universal de salvación,
la evangelización, el compartir de un regalo,
la liturgia, encuentro gozoso con el Resucitado,
la vida presente, el principio de la eternidad.
Está escrito: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Jn 3, 36). La fe en la divinidad de Cristo es particularmente indispensable en este momento para mantener viva la esperanza sobre el futuro de la Iglesia y del mundo. Contra los gnósticos que negaban la verdadera humanidad de Cristo, Tertuliano alzó en su tiempo, el grito: "Parce unicae spei totius orbis", ¡No le quiten al mundo su única esperanza"(Tertull. De Carne Christi 5,3). Tenemos que decirlo hoy a quienes se niegan a creer en la divinidad de Cristo.
A los apóstoles, después de haber calmado la tormenta, Jesús les pronunció una palabra que repite hoy a sus sucesores: "¡Ánimo!, soy yo, no tengan miedo" (Mc 6,50)."
jueves, 8 de marzo de 2012
EL CELO DE TU CASA ME CONSUME
(Escena pictografica del Carabaggio)
Era normal que los Apóstoles que le acompañaban y acaso alguien más, recordase el contenido del Salmo 69 (68), 10: ‘Me consume el celo de tu casa’. Sí. Casi podríamos afirmar que el ambiente de recogimiento y oración, que era lo más propio de aquel lugar, se vería seriamente alterado si no era inexistente.
Espero sirva el siguiente texto escrita por San Juan Crisostomo:
"Me preguntaréis: ¿por qué Cristo obró de esa manera y demostró con esos severidad y dureza tales como en ninguna otra ocasión, ni siquiera cuando fue insultado, cuando se burlaron de Él o le llamaron «samaritano» y «endemoniado»? Pues, no contentándose con las palabras, hizo un látigo de cuerdas y los echó por ese medio. Cuando Jesús hace el bien a sus hermanos, los judíos protestan y se enfadan. En cambio, cuando les riñe con aspereza, no se enfurecen, como sería de esperar, ni pronuncian palabra injuriosa ninguna al ver aquello, sino que se limitan a preguntarle: «¿Qué signo nos das para comportarte así?». Tanta era su envidia que no podían soportar los beneficios a otros concedidos. Por lo que hace al Salvador, una vez dijo que habían convertido el templo en una cueva de ladrones, queriendo indicar así que todo lo allí vendido era fruto del robo, de rapiñas y de especulaciones ilícitas. La otra vez, por el contrario, dijo sólo que habían convertido el templo en una casa de comercio, denunciando con sus palabras la bajeza de sus negociaciones.
Pero, ¿qué le movió a obrar así? Como se disponía a sanar enfermos en sábado y a hacer otras cosas que eran consideradas por éstos transgresiones a la ley, para no aparecer como enemigo de Dios y como si hubiera venido a obrar todo eso como rival del Padre, el Salvador se comporta desde el primer momento de manera que claramente refute una idea tan desatinada. Jesús, que tanto celo demostraba por el honor del templo, no podía ser adversario del dueño del templo, de quien era adorado en él. Bastaban, por otra parte, los años ya pasados, durante los cuales Él había vivido en un absoluto respeto a la ley, para demostrar su obediencia y reverencia al autor de la ley y que no había venido para combatir ésta. Pero como, probablemente, aquellos años serían olvidados, porque no eran conocidos a todos, pues Él se crió en una familia humilde y modesta, en presencia de todos realizó esta obra, no sin grave peligro, en presencia de la multitud que allí se hallaba presente porque había acudido a la fiesta. No se limitó a echarlos, sino que, además, volcó sus mesas y derramó por tierra el dinero para convencerles de que quien corría tales riesgos por defender el honor de aquella casa, ciertamente no podía ser que despreciara a su dueño. Si al obrar así estuviera fingiendo, se habría contentado con amonestarles, pero exponerse a tanto peligro es, en verdad, una gran muestra de valor. No era cosa pequeña exponerse a la furia de los mercaderes y exponerse a provocar la reacción de una muchedumbre de hombres embrutecidos de alguien que quiere disimular, sino el de quien está dispuesto a padecer y correr peligros por defender el honor del templo. De ese modo, demuestra el Salvador que está completamente de acuerdo con el Padre tanto con las palabras como con las obras. No llamó al templo «casa santa», sino «casa de mi Padre». Llama a Dios su Padre y, al principio, los judíos no reaccionan ante esto, pues no entienden que haya que dar importancia especial a esas palabras. Pero como luego, a lo largo de su discurso, se expresó más claramente, llegando a declarar su perfecta igualdad con el Padre, se enfurecieron. ¿Qué le preguntaron entonces? «¿Qué signo nos das para comportarte así?» ¡Qué desatada locura! ¿Qué necesidad había de un signo para que dejaran de obrar y libraran el templo de tanta vergüenza? El gran celo por la casa de Dios de que hizo gala, ¿no era ya, acaso, un signo evidentísimo de ser sobrehumana su virtud? Así lo reconocieron los más prudentes, incapaces de engañarse sobre este particular. «Sus discípulos recordaron entonces lo que está escrito: el celo de tu casa me devora». Los judíos, en cambio, no se acordaron de la profecía y preguntaron: «¿Qué signo nos das?», pues les afligía la pérdida de su indigno negocio y esperaban evitar su pérdida invitándole a darles un signo que luego pudieran rebatir. Por lo cual, Él no les dio signo ninguno. Cuando por primera vez se le acercaron para solicitar de Él una señal, les dijo: «Esta generación perversa y adúltera pide una señal, pero no les será dada otra que la de Jonás». En esa ocasión se pronuncia más claramente, mientras que aquí lo hace con cierta reserva y ello en razón de su ignorancia. Quien socorría al que nada le había pedido y quien por doquier hacía prodigios no habría rechazado su solicitud de no haber comprendido cuán perversa y fraudulenta era el alma de aquéllos." (Cf. San Juan Crisóstomo, Biblioteca de Patrística 15, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, pp. 282-28)
viernes, 2 de marzo de 2012
ESTE ES MI HIJO, EL AMADO: ESCUCHARLO
En la experiencia del Tabor tambien Nuestro Segnor nos ensegna el valor de la oracion como fuente de luz interior, desde donde el espiritu humano puede adherirse al de Dios y nuestra voluntad se hace uno con El.
"La liturgia vuelve a proponer este célebre episodio precisamente hoy, segundo domingo de Cuaresma (cf. Mc 9, 2-10). Jesús quería que sus discípulos, de modo especial los que tendrían la responsabilidad de guiar a la Iglesia naciente, experimentaran directamente su gloria divina, para afrontar el escándalo de la cruz. En efecto, cuando llegue la hora de la traición y Jesús se retire a rezar a Getsemaní, tomará consigo a los mismos Pedro, Santiago y Juan, pidiéndoles que velen y oren con él (cf. Mt 26, 38). Ellos no lo lograrán, pero la gracia de Cristo los sostendrá y les ayudará a creer en la resurrección.
Quiero subrayar que la Transfiguración de Jesús fue esencialmente una experiencia de oración (cf. Lc 9, 28-29). En efecto, la oración alcanza su culmen, y por tanto se convierte en fuente de luz interior, cuando el espíritu del hombre se adhiere al de Dios y sus voluntades se funden como formando una sola cosa. Cuando Jesús subió al monte, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que lo había mandado al mundo para salvar a la humanidad. Junto a Jesús aparecieron Elías y Moisés, para significar que las Sagradas Escrituras concordaban en anunciar el misterio de su Pascua, es decir, que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria (cf. Lc 24, 26. 46). En aquel momento Jesús vio perfilarse ante él la cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte. Y en su corazón, una vez más, repitió su “Amén”. Dijo “sí”, “heme aquí”, “hágase, oh Padre, tu voluntad de amor”. Y, como había sucedido después del bautismo en el Jordán, llegaron del cielo los signos de la complacencia de Dios Padre: la luz, que transfiguró a Cristo, y la voz que lo proclamó “Hijo amado” (Mc 9, 7).
Juntamente con el ayuno y las obras de misericordia, la oración forma la estructura fundamental de nuestra vida espiritual. Queridos hermanos y hermanas, os exhorto a encontrar en este tiempo de Cuaresma momentos prolongados de silencio, posiblemente de retiro, para revisar vuestra vida a la luz del designio de amor del Padre celestial. En esta escucha más intensa de Dios dejaos guiar por la Virgen María, maestra y modelo de oración. Ella, incluso en la densa oscuridad de la pasión de Cristo, no perdió la luz de su Hijo divino, sino que la custodió en su alma. Por eso, la invocamos como Madre de la confianza y de la esperanza." (Benedicto XVI, 8 de marzo del 2009).