13-05-2000 – En su tercera visita, Juan Pablo II ofició la beatificación de los pastores.
En las inmediaciones de Cruz Alta, en la iglesia nueva del Santuario, está la estatua de Juan Pablo II que comemora al Pontífice peregino de Fátima.
12/13-05-1991 – El Santo Padre Juan Pablo II va por segunda vez a Fátima, como un peregrino en el 10º aniversario de su atentado. Presidió la Peregrinación Internacional del Aniversario de Fátima.
Oración de Juan Pablo II en Fátima
Madre de los hombres y de los pueblos Tu conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas,
Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que
sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón
y abraza con el amor de Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo ,
y al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial.
Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto
a ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos los tiempo de la paz y de la libertad,
el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza
“He estado en peregrinación a Fátima, como la mayoría de vosotros, queridos peregrinos, con el rosario en la mano, el nombre de María en los labios y el canto de la misericordia de Dios en el corazón”.
Juan Pablo II, Fatima, Mayo de 1982
EL 13 de mayo, el Santo Padre había desayunado con el Profesor Lejeune, su esposa y otro invitado, y luego, dentro de la mayor tranquilidad, se dirigió a la Plaza de San Pedro. Cuando daba la vuelta por la plaza, cerca de la puerta de bronce, el turco Mehmet Ali Agja le disparó, hiriéndolo en el abdomen, en el codo derecho y en el índice de la mano izquierda.
"Nadie creía que esto hubiese podido ocurrir.Yo estaba detrás del Santo Padre, aturdido, no lograba comprender nada. El ruido en la plaza era ensordecedor. Todas las palomas alzaron el vuelo. Alguien había disparado, pero quién podría ser? Yo vi que el Santo Padre …. Pero no le veíamos señales de sangre ni de herida. Entonces, le pregunté, dónde? Y el me respondió: en el vientre. Tiene dolor, añadí y asintió, sí. El iba en el auto apoyado en mí; de ahí pasamos a una ambulancia. Su Santidad llevaba los ojos cerrados, se notaba que sufría mientras repetía algunas oraciones breves. Sobre todo, si no mal recuerdo:
“ ¡María, madre mía. María, madre mía!”
Testimonio de Monseñor Stanislas Dziwisz,
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